Los espacios de las rejas donde toma café el preso
son medidos, austeros, de mentira y acero,
fabricados en la cuna de Miento, ciudad natural de
¿Dónde fui? porque dejan la piedra en el ridículo del preso,
en su visita de “bis a bis”, en paseos del patio en la mañana,
en almanaques Michelin de playas y pechos.
La medida que separa un corazón enfermo
en sus cañas perdido el recuerdo
dejó de ser sano cuando dejó de entender huecos,
espacios, respiración, aroma y aliento, palabra repetida,
dilo otra vez porque con una no alimenta, ¡mentira!
lo hace pero con rara cucharilla, de plata y aperitivo,
de postre antes del almuerzo, de ciego antes que de muerto.
La norma que entiende la razón de lo imposible
la sitúas tú, dueña de tus propios mares, de tus pulpos,
de erizos imposibles que la piel no erizan,
y de fondos abisales donde las ranas no llegan ni queriendo,
ni soñando, ni alcanzando a ver el azul denso.
Risas de niños en el coro de la patata, piñata en el patio de comunión
un vecino se retuerce en el suelo de día mientras respira la noche,
una muela enferma dobla su espalda y llora en silencio dolor,
las paredes son sordas y los niños matan gallinitas ciegas.
Musa alada, etérea y ligera, denso vapor de tu vestido
cuando esbozabas a la orilla de tus faldas escocesas
que llevar por llevar las palabras solo plantaban amor,
tejido que el milagro cubre en caderas de gasa,
párpado que cierra la verdad, empeñada como se empeña la vida
en plantar en el fondo de los océanos un raro árbol seco.
La verdad de la medida era siempre mentira,
Fruto que nadie vio nunca brotar
la norma de la regla se acerca a tu propia propina
limosna que entregas en el espejo de tu vestidor
en la mano del preso que separando rejas
aun con los palmos de su medida parece feliz solo porque existas y sea cierto,
el mismo árbol plantado decías aun seco como la voluntad de un muerto
bajo toneladas de agua algún día habrá de brotar, de sal y arena, de luz y cal,
de requiebros y besos, de mañanas de domingo por la tarde
y de pijamas en almohadas de tiernas manos en blancos ojos abisales,
y sentirte las costillas en un abrazo como las cuadernas de un barco hundido
acompaña de sombra el árbol plantado en el fondo de los dominios de tus mares.
son medidos, austeros, de mentira y acero,
fabricados en la cuna de Miento, ciudad natural de
¿Dónde fui? porque dejan la piedra en el ridículo del preso,
en su visita de “bis a bis”, en paseos del patio en la mañana,
en almanaques Michelin de playas y pechos.
La medida que separa un corazón enfermo
en sus cañas perdido el recuerdo
dejó de ser sano cuando dejó de entender huecos,
espacios, respiración, aroma y aliento, palabra repetida,
dilo otra vez porque con una no alimenta, ¡mentira!
lo hace pero con rara cucharilla, de plata y aperitivo,
de postre antes del almuerzo, de ciego antes que de muerto.
La norma que entiende la razón de lo imposible
la sitúas tú, dueña de tus propios mares, de tus pulpos,
de erizos imposibles que la piel no erizan,
y de fondos abisales donde las ranas no llegan ni queriendo,
ni soñando, ni alcanzando a ver el azul denso.
Risas de niños en el coro de la patata, piñata en el patio de comunión
un vecino se retuerce en el suelo de día mientras respira la noche,
una muela enferma dobla su espalda y llora en silencio dolor,
las paredes son sordas y los niños matan gallinitas ciegas.
Musa alada, etérea y ligera, denso vapor de tu vestido
cuando esbozabas a la orilla de tus faldas escocesas
que llevar por llevar las palabras solo plantaban amor,
tejido que el milagro cubre en caderas de gasa,
párpado que cierra la verdad, empeñada como se empeña la vida
en plantar en el fondo de los océanos un raro árbol seco.
La verdad de la medida era siempre mentira,
Fruto que nadie vio nunca brotar
la norma de la regla se acerca a tu propia propina
limosna que entregas en el espejo de tu vestidor
en la mano del preso que separando rejas
aun con los palmos de su medida parece feliz solo porque existas y sea cierto,
el mismo árbol plantado decías aun seco como la voluntad de un muerto
bajo toneladas de agua algún día habrá de brotar, de sal y arena, de luz y cal,
de requiebros y besos, de mañanas de domingo por la tarde
y de pijamas en almohadas de tiernas manos en blancos ojos abisales,
y sentirte las costillas en un abrazo como las cuadernas de un barco hundido
acompaña de sombra el árbol plantado en el fondo de los dominios de tus mares.
- AMO PERVERSO
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